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sábado, 10 de septiembre de 2011

Vegetarianos en peligro de extinción en el Caribe Colombiano. Causa probable: inanición

Por motivos laborales me tocó la semana pasada visitar dos departamentos de la bella e inexplorada Colombia: el Cesar y la Guajira. Para que se ubiquen, esto sería al noreste del país, limitando ambos con Venezuela.



La capital del Cesar es Valledupar, ciudad que dio origen a uno de los ritmos más representativos locales, el Vallenato. Para que se den una idea solamente la mención del destino, trae asociado el acordeón y la parranda vallenata. Riohacha, capital de la Guajira, es la puerta de entrada para recorrer una de las playas más agreste y casi inalterada por el hombre, el Cabo de la Vela.


La introducción es para ponerlos en tema, pero este blog no va a ser de atractivos turísticos, aunque sí valen la pena. Esta entrada va a versar acerca de mis desventuras para poder cubrir una de las necesidades básicas del hombre: el alimento. Como varios ya saben, yo soy vegetariana desde hace años. No como carnes, ni pollo ni nada relacionado aunque sí pescado, huevos y lácteos. A ver… tampoco es taaaan complicado como parece. Eso pensaba yo hasta que descubrí que en el Caribe Colombiano yo vendría a ser como un bicho raro.


Con la arepita y el suero costeño (delicioso) íbamos zafando. Huevitos al gusto a la mañana no, y menos que menos con la salchichita. Pero bueno, ya había descubierto algo potable y con eso me las arreglaba. Poniendo carita compungida de “ya estoy satisfecha” le rechacé al mesero el caldo con costilla (si, a las 7 am, no pm) que traía súper contento para ofrecerme como broche final a mi desayuno. Temperatura ambiente promedio: 37 grados.


El problema fueron el resto de las comidas. TODO, pero ABSOLUTAMENTE TODO tenía carne y la mayoría cerdo. Tocó sobrevivir a base de frutas y pan, pero no sándwich porque el concepto de queso y tomate allí no llegó. Creo que debían pensar que estaba enferma, por lo menos mentalmente.


Ya en Riohacha pregunté en un restaurant si tenían algo vegetariano y me respondieron “sólo lechuga”. Por más tentadora que sonó la propuesta decidí seguir mi camino. Que soy vegetariana, no tortuga!! Con eso di por terminada mi búsqueda y me resigné a esta dieta de faquir obligada.


Durante el desayuno en la Guajira casi mato del susto a la pobre cocinera. Muy bien predispuesta se acerca a mi mesa a ofrecerme los consabidos huevitos la gusto, la salchichita, etc, etc. A lo que mi respuesta era “no, no, no”. La mujer se iba transfigurando, pensando que tenía enfrente a una loca total.


Señora: sanduchito ?(si, acá se escribe así, sanduche)


Yo: de qué son? (mis amigos que lean el blog se acordarán de mi típica pregunta acerca del relleno de los ravioles cada vez que íbamos a cenar)


Señora: Jamon y queso


Yo: No, que más tiene?.


Señora cada vez más preocupada. Conste que la noche anterior, luego del ofrecimiento atractivo de la lechuga, fue de ayuno. Así que no estaba dispuesta yo tampoco a dejarme ganar.


Señora: Ay no séeeee. Fruticas si? Y un juguito?


Yo: Si, eso está bien. No tiene pan? Mermelada? Manteca? (a ver… yo sé que no estaba en un 5 estrellas, pero no es el primer ofrecimiento? Unas tostadas? Tampoco le estaba pidiendo el mate y el dulce de leche!!)


Señora (con cara iluminada por la alegría): Si, ya le traigo!!


Mientras degustaba el tan anhelado desayuno escuché al señor de la mesa de atrás que respondía. “A mí tráigame lo que haya que tengo hambre”. No sé si lo habrá dicho en serio o si le dio pena la pobre mujer!


De toda esta historia quien salió más beneficiado fue mi contratante. Cuando vio la rendición de gastos que era puro pan y frutas me dijo: “me gustan estas consultoras en semi anoréxicas”. Lástima que no fue por decisión sino por imposición. Como me recomendó una amiga, la próxima que me toque ir para esos pagos me llevo la viandita!