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martes, 2 de agosto de 2011

Mi guerra personal contra los ruidos molestos

El que viva en Bogotá y no tenga una obra en construcción enfrente, al lado o la vuelta que levante la mano! Ojala pudiera hacerlo yo, pero no tengo esa suerte.



Soy la afortunada vecina de dos edificios en proceso. El primero, al otro lado de la medianera. Desde que llegamos tuvimos que pasar primero por la fiesta de despedida del edificio. Es decir, brindis, baile y festejo previo al derrumbe. Luego aparecieron los “artistas” con aerosoles, pincel de brocha gorda y hasta andamios. Dando rienda suelta a su imaginación pintaron lo que quedaba del esqueleto del edificio con acera incluida. En consecuencia cada vez que esta humilde persona osaba pasar, primero tenía que tratar de esquivar los baldazos de pintura, muestra del arte moderno o lo que estos muchachos entiendan por el mismo.


Previo al comienzo de la bendita obra tuvimos el honor de contar con la visita del arquitecto y/o ingeniero. El señor, acompañado de la administradora del consorcio, revisó y tomó fotos apartamento por apartamento para luego evitar reclamos por daño. Me informó del horario que iban a trabajar y me dejó un precioso folleto del edificio terminado. “Qué profesionalismo” pensé… ILUSAAAAA.


El día D llegó. Empezaron a tirar el complejo abajo con pico y pala!! Ustedes creen en los reyes magos?? Yo también creí en los horarios. El primer sábado que les tocaba de 8 a 1 pm arrancaron a las 7. Siendo las 3 seguían allí! El día previo al festivo terminaron a las 8pm, atrasarse por un día no laboral es preocupante, ahora atrasarse por sentarse en el pasto a dormir la siesta post-almuerzo, eso sí que no es problema.


La parte positiva es que nos fuimos de vacaciones y la fase “destrucción” ya había pasado para nuestro regreso. Ahora estamos en la parte de “construcción” que es un poco menos molesta. Bastó con cambiarme de ambiente y pude continuar trabajando feliz.


Pero como no hay felicidad completa, hace unas dos semanas empezamos con unos sonidos nuevos ahora provenientes del balcón. Me asomo a ver quién era esta vez y oh surprise! Me encuentro con un grupo de jóvenes provistos de bidón de agua vacio y otros implementos que bailaban al ritmo de la batucada en el intento de parque que tengo al lado. A ver… todo bien con el bailecito y la musiquita una vez, pero al tercer día ya se les había hecho costumbre. Eso sumado a la grúa, los muchachos de la obra en construcción de al lado y los de la de enfrente era DEMASIADO… Entonces me dije “si no los saco ahora, no los saco más!”. Bajo con cara de loca mala (tipo bruja del 71) para pedirle consejo al amable señor vigilante del edificio. Me responde que la única opción era llamar a la policía. Como alma que lleva el diablo me dirijo rauda a contarles mi problema al gentilísimo señor policía. Se acuerdan que el acento paga, no?? A la media hora no quedaba ni rastro de los bailarines. Pero… como se creen que son más vivos que yo, volvieron a la hora. Jaaaaaa, no contaban con mi astucia!! El policía, sospechando que ocurriría algo así me dijo “si regresan, me llama”. Y eso hice. Espiando por el balcón nuevamente vi como los invitaban gentilmente a retirarse. Yo FELIZ, sientiéndome mala, malísima pero por lo menos sin dolor de cabeza.


¿Cómo termina esta historia? Durante 10 días tuve tranquilidad… HASTA HOY. Los muy caraduras acaban de reinstalarse. Tengo dos opciones: o llamo de nuevo a que los saquen o me acojo al refrán “si no puedes contra ellos únete”, es decir, bajo a bailar batucada al ritmo del bidón y termino de reina del carnaval de Barranquilla. Ser o no ser una bruja… esa es la cuestión!

1 comentario:

  1. Que cosa molesta tener que soportar los ruidos ajenos, la verdad que no tiene nada de lindo.

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